-¿Qué hay ahí debajo?- preguntó Miel.
-¿Tú viste? Es una piedra, pero no es una piedra.
-Déjame verla.
Miel se levantó del sofá y se acercó a Lima, que estaba agachado junto a la gran mesa del salón de juegos. Lima tocó el objeto primero con cuidado, no vaya a ser que la piedra esté viva, y después de notar su textura, la cogió con la mano derecha y se la puso a Miel ante los ojos.
-¿Te gusta?
Miel se la arrebató veloz y salió corriendo con ella por el cuarto. Se subió al sofá amarillo, aún con las botitas rojas de salir a pisar charcos. Las huellas de barro se iban desperdigando por toda la tela, pero Miel no prestaba atención a nada que no fuera la piedra azulada entre sus manos. Su hermano la miraba desde el piso. Entonces tocaron las horas.
-Y si…- empezó Miel- ¿Y si fuera una piedra de los deseos? ¿Te imaginas, Lima, lo que podríamos hacer?
-¡Podríamos convertirnos en superhéroes!
-¡Sí! ¡Podríamos volar! ¡Y ser invisibles!
-Y viajar en el tiempo. ¿Te imaginas, Miel? ¡Vamos a probar! Seguro que si decimos las palabras correctas, logramos que la piedra se convierta en mágica.
Los dos niños se sentaron uno frente a otro. Pusieron la piedra en el suelo, en el hueco que hacían sus piernas al entrelazarse, y se dieron las manos.
-Cierra los ojos, Lima. ¿Ya estás? Ahora deséalo muy fuerte. Y recuerda llevarte la piedra dentro de tu cabeza, si no, no funcionará.
Lima cerró los párpados y puso tal cara de concentración que parecía estar enfurruñado. Miel le miraba por el rabillo del ojo y se echó a reír.
-¿De qué te ríes, tonta? Así no va a funcionar nunca. Cierra tú también los ojos. Piensa a la vez que yo. Una, dos y tres.
Cuando abrieron los ojos la piedra seguía en su sitio. Miel la cogió y la sopesó con la mano derecha.
-Me parece que ahora pesa más. ¡Se cargó de magia, Lima! Vamos a probar. Piedrita mágica, queremos ser invisibles.
-Nada pasó. Yo aún te veo- dijo Lima.
-Mecachis. Probemos otra vez. Cierra los ojos y piensa de nuevo.
Lima y Miel repitieron todo el proceso, pero la magia no respondía. Incluso esta vez Miel volvió a notar la piedra más pesada al agarrarla con su mano izquierda. De repente a Lima se le ocurrió que claro que no era posible que estuviera funcionando. ¡Qué simple era! Y es que los deseos que no se transforman en palabras primero y se pronuncian en voz alta, no se cumplen. Es una regla básica de la magia, le dijo a su hermana, sabihondo y muy seguro que lo que decía. Ahora funcionará.
Miel y Lima volvieron a colocarse en la posición del hechizo y juntaron sus manitas, dejando la piedra reposar en el suelo otra vez.
-Hagámoslo con los ojos abiertos. Mírala fijamente, Miel. Vamos a repetirlo los dos a la vez. Que venga la magia, que venga la magia, que venga la magia…
De repente una chispita de luz les cegó por un momento y los hermanos tuvieron un mareo espontáneo pero muy suave.
-¿Qué hay ahí debajo?- preguntó Miel.
-¿Tú viste? Es una piedra, pero no es una piedra.
Lima la tocó primero, por si acaso está viva y me muerde, pensó. Miel se acercó después, con sus botitas color rojo. Entonces, tocaron las horas.
Solo el deseo pronunciado en voz alta se materializa realizable.
¡Qué preciosuuuuraaaaa! Sí, me gusta tu nuevo desafío. Escribe escribe escribe mucho más, muchos más mieles y limas y naranjas!
Fabuloso .. sigue así .. eres única, eres especial
Genial! Llevaba tiempo sin leerte, me ha encantado